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Cambiando Emociones tan Rápido como un Swipe: Transiciones Emocionales en un Abrir y Cerrar de Ojos



¿Qué nos distingue como seres humanos, diferenciándonos de los animales y marcando nuestra singularidad en el planeta Tierra? La respuesta reside en nuestras emociones.

 

¿Las emociones pertenecen exclusivamente al mundo humano, o podrían extenderse al ámbito de las almas? Es una cuestión que se adentra en la dualidad. Tal vez, como almas, comprendemos y experimentamos emociones, aunque principalmente sean positivas como el amor, la compasión y la alegría. Parece improbable que las almas alberguen ira, se tomen las cosas de manera personal o batallen con la vergüenza y la culpa. Al menos, esa es mi perspectiva.

 

A la luz de esto, ser humano en la Tierra está indudablemente vinculado a las emociones, los sentimientos y el arte de dominarlos. El desafío radica en no permitir que nuestras emociones dicten nuestras vidas.

 

Las emociones forman una parte integral de nuestra misión en la Tierra, arraigadas profundamente en el propósito de nuestra encarnación. Debemos esforzarnos por ser maestros de nuestras emociones. Yo, por mi parte, he emprendido este viaje, aunque estoy lejos de alcanzar la maestría. Cada día, soy mi propia hipótesis, mi propio experimento, mi propia tesis, y estoy aquí para compartir mis resultados.

 

Como madre de una hija de tres años, me asombra su habilidad para cambiar rápidamente de una emoción a otra. Puede ser la niña más feliz de la Tierra en un momento y, aparentemente de la nada (aunque sea algo significativo para ella), transformarse en una llorosa y enojada hacedora de berrinches. Pero tan repentinamente, puede volver a estar contenta y alegre. No hay resentimiento duradero, no hay una transición ardua, no hay barreras emocionales auto-impuestas.

 

Nosotros, los adultos, en cambio, a menudo luchamos por cambiar con fluidez de la angustia a la felicidad y el amor. Soy el ejemplo de la dificultad de esta transición. Recuerdo tener diez u once años, luchando contra el enojo y encontrando casi imposible dejarlo ir. Me sentía consumida por la ira porque no sabía que tenía otra opción. 

Hoy, después de todo lo que he aprendido, aún encuentro desafiante en ocasiones, pero definitivamente valioso, cambiar mi estado emocional. Comprendo que todo comienza con descifrar los mensajes que nuestras emociones nos transmiten y la comprensión de que estas emociones provienen de nuestros pensamientos.

 Por ejemplo, imagina tener una discusión con tu pareja que te deja repentinamente enojado/a. La forma en que ambos reaccionan en ese momento determinará el ánimo del resto del día. En el pasado, solía entregarme a mis emociones, permitiendo que dictaran mi estado de ánimo durante el día. Actuaba en piloto automático, sin auto-conciencia, una víctima de mi propio ego.

 

Ahora, al mantenerme consciente y anclada en el presente, al cuestionar mis pensamientos y al elegirlos sabiamente, recupero el control. Cuando surge la el enojo, la reconozco y me pregunto: "¿Por qué me siento así? ¿Qué significa este enojo? ¿qué me quiere decir?" Presto mucha atención a mis pensamientos, dándome cuenta de que interpreto las acciones de mi pareja como juzgadoras o cerradas de mente.

 

En este momento, tengo una elección: ¿Acepto estos pensamientos como verdad, o los desafío, como sugiere Byron Katie? Pregunto: "¿Es verdad este pensamiento? ¿Tengo pruebas concretas de que mi pareja se está comportando como percibo, o es simplemente mi interpretación? ¿Puedo ver la situación desde una perspectiva diferente? ¿Existen puntos de vista alternativos que me harían sentir mejor?"

 

De hecho, existen numerosas perspectivas a considerar. Elijo una que permita la posibilidad de que mi pareja, al igual que yo, tenga buenas intenciones. Está bien si no estamos de acuerdo; cada uno tiene sus propios puntos de vista. Y así, el enojo se disipa, desapareciendo tan rápidamente como lo hace con mi hija.

 

Todos poseemos este poder porque es inherente a nuestra naturaleza, a nuestra esencia. Los bebés, en particular, encarnan esta esencia más de cerca, mientras que los adultos han sido inundados por innumerables influencias y han pasado años como prisioneros de sus egos.

Esforcémonos por emular a los bebés, cambiando nuestras emociones con la misma facilidad que cambiamos nuestra ropa interior. Tenemos este poder dentro de nosotros. Escuchemos los mensajes que transmiten nuestras emociones, demos gracias por ellos, libéralos y reformulemos nuestros pensamientos para sentirnos increíbles todo el tiempo.
¿Puedes imaginar un mundo en el que las personas sean consistentemente felices, alegres, amorosas, amigables, amables y compasivas? Yo sí puedo, y aspiro a formar parte de él comenzando por mí misma.

Hasta entonces, me despido con un adieu.✌🏼


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