Hace unos días, experimenté una situación inusual cuando tosí y sentí una contractura en mi cuerpo, similar a las que suelen experimentar los adultos mayores debido a la edad. Fue algo bastante extraño, en el instante en que mi cuerpo hizo el esfuerzo por toser, sentí como si se desconectara un cable y experimenté un intenso dolor en la espalda. Cada vez que me sentaba, me agachaba, levantaba algo o me acostaba, sentía dolor.
A medida que pasaban los días, el dolor se reducía, pero no desaparecía por completo. Decidí probar con relajantes musculares, ya que no sabía qué más hacer. Después de aproximadamente dos semanas, parecía que ya me había olvidado del dolor, pero de repente empecé a sentir dolor en el cuello durante la noche y amanecí con una tortícolis terrible. No podía girar la cabeza hacia los lados ni hacia adelante y atrás.
El dolor era tan intenso que sentía una fuerte presión en la cabeza, en el cráneo, como si alguien me estuviera aplicando una gran presión, y además sentía calor. Una vez más, pensé que el dolor sanaría con el tiempo y que en poco tiempo estaría como nueva. Antes de dormir ese día, tomé otro relajante muscular y milagrosamente pude dormir, pero al despertar estaba incluso peor. Mi cuello estaba más tenso, la espalda más contracturada y el dolor de cabeza era mucho más intenso.
Entonces decidí comunicarme con la masajista con la que suelo hablar cuando quiero darme el gusto de un masaje o consentirme con una sesión de relajación. Antes de empezar, le pregunté si la sesión sería como un masaje normal o si se enfocaría solo en la contractura. Ella me respondió que lo primero y más importante era que me relajara para poder trabajar en la contractura, y por eso comenzaríamos con un masaje "normal".
En ese momento, pensé que estaría mucho mejor si ella estuviera allí para darme un masaje relajante normal y no para tratar un dolor paralizante. Fue entonces cuando recordé que todos los síntomas, enfermedades y accidentes que experimentamos en nuestro cuerpo nos transmiten un mensaje. Decidí tomar el control de mi propio tratamiento.
Me pregunté qué me estaba tratando de decir mi cuerpo. ¿Cuál era el papel, la función, el propósito y la intención de esa contractura? ¿Estaba tal vez relacionada con la vez anterior en que tosí y me contracturé la espalda? ¿Acaso no le presté atención en ese momento y empeoró hasta captar mi atención?
La respuesta era clara: ¡sí!. Fue evidente en ese momento, cuando repetí en mi mente las siguientes frases y las respuestas brotaron como agua de una cascada.
"Yo soy la contractura de Linda y ahora que tengo voz, puedo decir que mi papel en la vida de Linda es... hacer que se relaje".
"Yo soy la contractura de Linda y mi función en su vida es... no permitirle disfrutar".
"Yo soy el dolor que siente Linda y ahora que tengo voz, puedo decir que mi propósito en su vida es... hacer que siempre algo esté mal".
Y finalmente, "Yo soy la contractura de Linda y mi intención en su vida es... causarle dolor para que sane".
¡Wow! No lo podía creer, ¿era acaso más claro que eso?
¿Por qué no me permitía relajarme? ¿Por qué siempre debía haber algo mal? ¿Por qué siempre tenía que experimentar algún tipo de dolor? ¿Por qué siempre había algo que arreglar, sanar o curar?
La respuesta era que eso era lo más familiar para mí. Era lo que mi mente consideraba más seguro y conocido.
En ese preciso momento de claridad, dije ¡no más!
Sé que siempre doy lo mejor de mí con lo que tengo y desde donde estoy, y eso es suficiente. No necesito esperar a alcanzar algo para premiarme con un masaje. La relajación y el cuidado personal forman parte de mi identidad en este momento. Elijo ser una persona que se regala masajes regularmente porque mi cuerpo necesita relajarse para compensar el esfuerzo diario que hago al hacer ejercicio, para equilibrar mi trabajo diario y para cuidar mi mente y mi cuerpo.
Ese momento de relajación y cuidado de mi cuerpo es tan necesario como sentarme frente a la computadora a trabajar, es tan importante como dar un curso, una sesión de RTT o de coaching, o estudiar. Forma parte de mi rutina semanal, y de ahora en adelante, lo haré sintiéndome bien.
He aprendido mucho y agradezco todos los desafíos que he superado para llegar a donde estoy hoy. Agradezco todas las enfermedades y síntomas que he sanado con el poder de mi mente, lo cual ha comprobado la influencia de mis pensamientos. Agradezco todos los momentos dolorosos que me han permitido crecer y transformar mi vida, y así poder ayudar a otros a transformar la suya.
Hoy, asumo la identidad de alguien que disfruta cada momento de su vida, de alguien que acoge los desafíos con amor y gratitud, de alguien que resuelve los problemas con sencillez y actitud positiva. Hoy me permito disfrutar, gozar, reír y vivir, no solo sobrevivir.
Hoy me permito prosperar, y ¿tú?
Piénsalo, y nos vemos a la próxima!
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