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Perdí el equipaje, encontré la fe: Cómo un Contratiempo de Viaje me Enseñó a Confiar en el Universo


Fue el pasado noviembre, durante la semana de Thanksgiving, específicamente el día 19 que era el 2º cumpleaños de mi hija, estábamos todos haciendo las maletas y listos para irnos de vacaciones por primera vez desde la pandemia y mi parto y también eran las primeras vacaciones que nos tomábamos como familia compuesta, que incluye, como he dicho a mi bebé, a mi novio (pareja, concubino, amasio, baby-daddy, a.k.a. Isaac) sus 2 hijos y yo.


Nos fuimos a un crucero al Caribe y en mi interior tenía muchos sentimientos encontrados, desde emoción hasta nervios, e incluso un poco de miedo, esperando que todo saliera bien y que todos la pasáramos genial.


Ser parte de una familia compuesta, específicamente ser madrastra no ha sido fácil para mí (ni para todos los demás), así que era muy importante que estas vacaciones fueran una forma de conectar, divertirnos, vivir, reír y simplemente disfrutar del momento presente.


Isaac y yo tenemos estilos de crianza y personalidades muy diferentes. Yo soy muy organizada, me gusta planificar y me gusta la puntualidad. Él es muy flexible en esas tres cosas. Y estas diferencias a veces causan fricciones entre nosotros.


A pesar de algunos baches en el camino, todos la pasamos muy bien en el crucero. Llegamos de vuelta a Ft Lauderdale un domingo por la mañana e íbamos a tomar un vuelo en el aeropuerto de Miami esa noche, así que decidimos rentar un coche en el aeropuerto de Ft Lauderdale, pasar el día en Miami y manejar nosotros mismos hasta el aeropuerto de Miami.


El coche estaba a mi nombre así que dejé a Isaac con los niños y el equipaje en el estacionamiento para ir a traer el coche. Yo me avoqué a instalar la sillita y asegurarme de que mi hija estuviera bien abrochada (siempre lo hago), mientras los demás cargaban las maletas en la cajuela. Divide y vencerás, ¿verdad?


El día fue un éxito. Fuimos a Brickell a pasear, comimos tacos de langosta, fuimos de compras y llegamos al aeropuerto con unas 3 horas de anticipación, como a mí me gusta (y como aprendí de mi papá excesivamente puntual), así que tendríamos tiempo suficiente para relajarnos, pasear, comer, estar entre los primeros en subir al avión (sí, soy de esas que le gusta subirse primero) y volver a casa.


Mientras me dirigía al lugar de renta de coches para devolverlo, pensé que sería buena idea cambiarme a mi outfit de vuelo (pants calientitos y sudadera) antes de entrar en el congelador que es el aeropuerto y, lo que es más importante, cambiar también a mi hija. Así que me bajé del coche, saltando feliz como niña de 8 años directo a la cajuela a buscar mi maleta de mano, la única maleta de mano que traíamos, y me doy cuenta de que ¡no está!


"¿Qué?” Empecé a enloquecer, podía sentir toda mi sangre corriendo por mi cuerpo hasta llegar a mi cerebro, "Voy a matar a alguien" era lo que pasaba por mi mente, "No sé quién, voy a amatar a alguien". Y entonces, en cuestión de nanosegundos, comprendí que matar no me iba a devolver mi maleta. Así que en lugar de dejar que mis emociones secuestraran mi cerebro, respiré profundo y pensé. "¿Dónde está?" "¿Dónde la dejamos?" Y de repente una imagen apareció en mi mente y pude ver mi maleta allí, solita, parada en el aeropuerto de Ft Lauderdale, justo afuera de la oficina de renta de coches. En ese momento supe qué hacer. “Tengo que ponerme en contacto con José, de Puerto Rico, el chavo buena onda que amablemente me ayudó a rentar el coche”.


Corrí tan rápido como pude al mismo lugar de renta de coches en el aeropuerto de Miami y les pedí que por favor me ayudaran a contactar a su oficina en Ft. Lauderdale. "Lo siento señora no tenemos números directos pero puede llamar a nuestro número 800 y crear un informe para la maleta perdida". "No, no, no”, casi llorando le digo a Daniel, que está cómodamente sentado en su silla alta, aparentemente aburrido hasta la muerte de su trabajo, “¡ayúdame por favor!, ayúdame a localizar a José, él fue súper amable y dulce y estoy segura de que sabe algo". Lo convencí de alguna manera, probablemente debido a mi desesperación y a que no tenía ningún miedo a llorar y hacer una escena (educadamente, tengo que decir), para que utilizara su chat interno para localizar a José. Y así fue. José describió inmediatamente mi maleta y justo cuando estoy a punto de suspirar de alivio pensando que José la tiene, dice que la seguridad del aeropuerto se la llevó porque estaba en la banqueta del estacionamiento, y no en su oficina.


Inmediatamente se me vuelve a tensar todo el cuerpo, pero ahora ya sé dónde está la maleta, se la llevó seguridad del aeropuerto, pero ¿a dónde? Estamos a T-2:45 horas para la salida del vuelo y estoy tratando de contemplar mis opciones. ¿Voy a buscarla? ¿Lo dejo? ¿Le pido a alguien (no sé a quién) que me ayude a recuperarla algún día? ¡NO! Quiero mi maleta. Lo que tengo ahí vale más que mi boleto y la quiero recuperar.


Está decidido, vamos a ir a buscar la maleta. ¿Pero quién, Isaac o yo? Lo volteo a ver y al instante sé que es una tarea que sólo yo puedo hacer. Así que le paso a la bebe, le paso la pañalera, agarro mi pasaporte, mi boleto de avión y mi mochila por si al final pierdo el vuelo.


Me despido de todos y salgo corriendo a la calle. Estoy confundida, no sé qué hacer y, de repente, como hormigas marchando sobre un escarabajo muerto, se aproximan tres taxistas se y, con acento jamaiquino, el primero me pregunta: "¿Adónde quiere ir?" - "al aeropuerto de Ft. Lauderdale y de regreso en menos de 2 horas, ¿puede hacerlo?". Se le ilumina la cara, sabe que será un viaje costoso, “sí claro, 90 dólares por trayecto” me dice. Dudo. El segundo taxista se acerca y me pregunta, "¿cuánto te dijo que te cobraba él?", "$90 dólares” respondo. "Te llevo por $60 dólares cada trayecto". Mientras tanto, reviso en Uber, "Uber dice $50 dólares" le explico al segundo taxista, "pues pide un Uber”, responde. Pienso unos 10 segundos más y sin dudarlo me subo al coche del que se ofreció a llevarme por $60 dólares.


"Estamos en una misión y tú eres el héroe", le digo, "tengo que llegar al aeropuerto de Ft. Lauderdale, averiguar a dónde pudieron haber llevado mi maleta perdida los de seguridad y volver con ella para tomar mi vuelo". Parecía preocupado pero aceleró el paso.


Ya en el taxi, viendo el tráfico, pienso “prefiero perder mi vuelo a perder mi maleta”, y luego corrijo “no tengo que perder ninguna de las dos cosas, PUEDO HACERLO. El universo me respalda. Todo me sale bien. Puedo hacerlo”.


45 minutos y unas 10,000 repeticiones de "el universo me respalda" después llegamos al primer aeropuerto. “¿A dónde vamos ahora?” Me pregunta Jamal, el taxista. "No tengo ni idea” respondo. Jamal se orilla, baja la ventana y le pregunta a alguien que parecía trabajar allí sobre equipajes perdidos. "Llama a este número” nos dice, mostrándonos su placa. Abro mi bolsa para sacar mi celular y lo veo, pero también veo otra cosa, el teléfono de Isaac. "¿Quéeeeee?" "¿Por qué tengo su teléfono?", "¿Cómo voy a comunicarme con él ahora?", “Olvídalo Linda, a quién le importa eso ahora”, busco mi teléfono para marcar el número que me dieron y me doy cuenta de que tengo 5% de batería. Marco el número y la llamada no sale, ¡maldito roaming!


Jamal, sorprendiéndome de nuevo, saca su teléfono y empieza a marcar. "¿Puede ser más buena onda este señor?". Pienso y confirmo, "el universo me respalda". Alguien contesta y me dicen que vaya a la oficina de objetos perdidos que está en la terminal donde están las oficinas de rentar coches. Jamal se dirige hacia allá.


Le pago el primer viaje y le pido amablemente que me espere, con la esperanza de que lo haga. Corro lo más rápido que puedo y, al acercarme, veo que la puerta está cerrada, las luces apagadas y las persianas abajo. "Nooooooo", estoy a punto de llorar, buscando desesperadamente a alguien que me ayude y, de repente, la gente de Avis, que está presenciando todo esto en primera fila, señala un cartel junto a la puerta y me dice que llame a ese número.


Vuelvo a sacar mi teléfono, 4% de batería, llamo al número y nadie contesta, vuelvo a llamar y nadie contesta, 3% de batería, vuelvo a llamar y finalmente y gracias otra vez al Universo, alguien me contesta. Le explico la situación y me dicen que van a mandar a alguien. Espero, los 10 minutos más largos de mi vida. Ahí viene alguien con uniforme, un tipo alto y moreno con la complexión de The Rock, y le digo, “por favor, sé mi segundo héroe de hoy”. Abre la puerta, prende las luces y me cierra la puerta en la cara. Unos minutos (largos) después sale, es tan grande que no puedo ver detrás de él y, de repente, se asoma detrás de su enorme espalda una preciosa maleta negra brillosa marca Jessica Simpson, mi maleta!


Vuelvo a suspirar aliviada. Primera misión cumplida. Ahora tengo que llegar a mi vuelo. Corro nuevamente tan rápido como puedo, ahora arrastrando mi maleta, hacia donde Jamal accedió a esperarme rezando para que siga allí. Y unos metros atrás lo veo. Se ve tan feliz como yo de que he encontrado la maleta. Me subo al coche con una enorme sonrisa en la cara y le pido que me lleve de vuelta a Miami.


Y de nuevo, 40 minutos y otras 10,000 repeticiones de "El universo me respalda" después y visualizándome sentada en mi asiento, con mi hija en mis brazos, llegamos al aeropuerto de Miami.


Pago a Jamal los $60 dólares que acordamos y le doy una propina extra por su increíble apoyo y actitud. Le agradezco con el corazón por haber sido mi héroe y bajo a toda velocidad del taxi. Corro de nuevo por el aeropuerto, llego a seguridad, me quito los zapatos, vacío mi mochila en las cajas grises del aeropuerto, pongo mi maleta en la banda y espero nerviosa mi turno y justo cuando llego a las pantallas para buscar mi sala de embarque, me doy cuenta que mi vuelo se ha retrasado.


Vuelvo a suspirar aún más fuerte, quiero tirarme al piso y dormirme unos minutos, quiero llorar un poco también. Lo logré. Lo logré. Llegué al aeropuerto con el tiempo suficiente para hacer todo lo que quería. Ahora sólo tengo que buscar a mi familia. Poco después los encuentro, están sentados en un restaurante, tranquilamente comiendo, riéndose, incluso se ven aburridos y hartos y en ese momento de nuevo, mientras me estoy sentado con ellos, confirmo que, efectivamente, el Universo me respalda, todo me sale bien, todo funciona para mí y yo creo mi propia realidad.


Ah, y otra cosa importante que me llevo de esta historia y que te dejo, tómalo si te sirve... “divide y vencerás sirve mucho excepto para el equipaje, ¡siempre siempre siempre ocúpate de tu propio equipaje!



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